¿Es quizás el éxito un lugar al que anhelamos llegar y después cuando por fin lo tocamos, nos encontramos que no es más que un lugar vacío lleno de inconvenientes? ¿Es necesario para alcanzar este pseudo éxito destructivo, perder una parte del “Yo”, obligándonos a abandonar nuestra esencia para comportarnos como otros pretenden? Precisamente son las estructuras de esta sociedad, las que están construidas y diseñadas para generar falsas esperanzas hacia un lugar que cuando llegas quieres abandonar. Nos pasamos media vida formándonos, la otra media compitiendo, y todo eso solo sirve para que el gran sistema funcione, un sistema que se alimenta precisamente de esa necesidad imperiosa y primitiva que tiene el ser humano de soñar con alcanzar sus metas y ser reconocido.
Sí me gustaría en este punto, diferenciar claramente entre el éxito personal y el éxito exigido. El éxito personal, aquel que cada uno se pone como objetivos o metas personales a conseguir, es beneficioso, hace crecer a la persona y nos aumenta más nuestra exigencia. Nada tiene que ver este con el otro éxito, un éxito destructivo que al final acaba utilizando a las persona en beneficio de otros.
Profundizar en la vida y biografía del bailarín ucraniano Sergei Polunin, es precisamente darse de bruces con una historia, que nos hace recapacitar sobre el valor que puede tener alcanzar el éxito. ¿Para qué?¿Qué precio conlleva ver la realidad desde esa latitud? y sobre todo ¿cuánto se pierde de uno mismo por el camino, para llegar a un lugar, donde supuestamente no hay nada?.
Con apenas 4 años, el bailarín ucraniano Sergei Polunin, comienza su peregrinaje hacia el éxito. Con una familia, especialmente su madre Galina Polúnina, volcada en la idea de que su hijo Sergei Polunin, fuese una figura de la danza y pudiera en un futuro mantener a la familia, es ingresado en la Kyiv State Choreographic Institute a la edad de 8 años para formarse en danza. En ese momento su familia queda rota, ya que cada uno de sus miembros, debe partir a un lugar del mundo para mantener la formación de su hijo. Muy pronto los expertos verían sus altas capacidades en la danza clásica, convirtiéndose así en una de las jóvenes promesas ucranianas de la danza. Su permanencia en la escuela duraría 5 años, hasta que se gradúa y viaja a Londres en 2003 a la edad de 13 años, para entrar al British Royal Ballet School. Su forma de bailar, nunca antes vista y su técnica impoluta, le hacen convertirse en el primero de su promoción y muy pronto en el primer bailarín principal más joven de la historia del Royal Ballet de Londres en 2010, con tan solo 19 años.
Es precisamente en este momento, cuando el éxito que consiguió se convierte en uno de sus mayores problemas. Con su familia destruida, y sus metas alcanzadas, empezaba a perder sentido todo aquello que estaba persiguiendo. Tras llegar al éxito, se dio cuenta que allí no había nada. Pronto comenzó una etapa de autodestrucción y de búsqueda de su identidad. Esto le llevó a consumir diversas sustancias, y a tatuarse el cuerpo, cuestión que en el mundo de la danza no esta precisamente bien visto. Su estancia en el Royal Ballet de Londres como bailarín principal, dura 2 años ya que en 2012 anuncia su retirada por desgaste.
Después de esta etapa de éxito en Londres, el bailarín Sergei Polunin con 23 años debe volver a abrirse camino en el mundo de la danza. Tras aceptar una invitación de Rusia ese mismo año para bailar, y ganar diversos premios, en 2015 realiza en colaboración con el fotógrafo David LaChapelle un video de danza contemporánea, que se convierte en viral siendo uno de los videos más vistos en todo el mundo. El video que toma la canción "Take me to Church" de Hozier, muestra la esencia de este bailarín, por fin liberado de toda la presión del éxito, dejando paso así a la creación y a la comunicación libre a través de su cuerpo e historia.
La vida de Sergei Polunin puede verse íntegramente en el documental titulado “Dancer” dirigido por el director americano Steven Cantor y realizado en 2016. Un documental intimista, que narra de forma profunda la vida y carrera de este bailarín ucraniano. El documental “Dancer”, con una duración de casi 85 minutos, nos ofrece la posibilidad de escuchar de primera persona los relatos de los personajes, así como de los familiares y el propio Sergei Polunin, un duro y fiel retrato sobre su carrera y las consecuencias que tuvo que pagar por llamar a las puertas del éxito.
Eduardo Álvarez | Madrid | 5 de Abril 2019